Lo que en principio parecía un corte de suministro parcial o local fue, en pocos minutos y mientras duraba la conexión a internet en algunos dispositivos móviles, el comienzo de una jornada insólita.
Daimiel Noticias.- Algunos, como los alumnos de 2º de Primaria de todos los colegios locales, vivieron el momento del apagón durante la función de ‘300 alas’ en el Teatro Ayala. Lo que parecía hasta parte de la representación pronto se constató que era un corte de luz más grave. El esfuerzo de los actores por mantener la atención de los escolares hasta que volviese el suministro dio paso al regreso de todos ellos hasta sus centros educativos.
A partir de la una del mediodía, con las alarmas de algunos negocios sonando, los empleados de las oficinas bancarias en la puerta y con los primeros ciudadanos buscando respuestas en el ayuntamiento, se puso en marcha lo que después se convirtió en el punto de referencia de toda la jornada en la Plaza de España.
La prioridad en ese momento fue coordinar un dispositivo que pudiera atender aquellos ciudadanos atrapados en ascensores o que, por cuestiones de salud, necesitasen una atención inmediata. De hecho, unos minutos antes de la una y media, una patrulla de la Policía Local abría paso a una dotación de bomberos que, finalmente, no tuvo que intervenir en ese aviso gracias a la ayuda de unos vecinos, como contó para Radio Daimiel Charo, que estuvo una hora encerrada en el ascensor de la comunidad de su hija.
Ante la posibilidad de que pudiera haber más personas atrapadas o en situación de riesgo, el alcalde, Leopoldo Sierra, coordinó con Policía Local y Protección Civil, una primera medida: patrullar por las calles de Daimiel anunciando por megafonía que ante cualquier emergencia se dirigieran hasta la Plaza de España o a la comisaria de la Policía Local para atender esas peticiones. O si fuera muy urgente, intervenir en el momento del paso de los vehículos.
Desde entonces, la Policía Local, con los agentes del turno de mañana que alargaron su servicio, con los que entraban de tarde y con los que, estando de descanso, se pusieron a disposición, se completaron varias patrullas para peinar el pueblo y reunirse cada cierto tiempo para intercambiar información, como explicaba a las cinco de la tarde, su jefe, José Ángel Carrasco.
En la plaza también se personaron algunos agentes de la Guardia Civil y, en paralelo, fueron llegaron progresivamente más voluntarios de Protección Civil y de Cruz Roja, que también permanecieron en este punto hasta pasadas las doce de la madrugada.
Los operarios municipales del servicio eléctrico también se activaron y a primera hora de la tarde se desplazaron a los principales edificios municipales para bajar automáticos que protegieran los equipos cuando llegara la luz.
Entre tanto, el equipo de Gobierno se movilizó y contactó con empresas locales y autónomos para que no faltará combustible en los grupos electrógenos que daban soporte a las energías de la residencia.
Y en ese espontáneo centro de coordinación, el ingeniero municipal, Javier Núñez de Arenas, permaneció durante todo el apagón pendiente de la afectación a los pozos de captación municipales y en contacto con los trabajadores de guardia de Aquona.
Concejales de la oposición, empleados municipales y ciudadanos particulares también ofrecieron su colaboración y cruzaban conversaciones preocupados, sobre todo, por las consecuencias de que el apagón se alargase hasta entrada la noche.
A su vez, los principales supermercados de la localidad atendían como podían la avalancha de daimieleños y daimieleñas que acudían en masa a comprar productos de primera (y de no tanta) necesidad, en unas escenas que recordaban a los días previos al confinamiento por el COVID.






A las cuatro de la tarde, cómo confirmó una de sus cajeras, el Consum se quedó sin agua embotellada. Una romería que empezó a las dos de la tarde y que arrasó también “con las estanterías del pan de molde y, sí, otra vez, con las del papel higiénico y las toallitas de baño”. Los bazares, algunos con las luces apagadas y otros con la persiana bajada, pero vendiendo en la puerta, acusaron también la imperiosa necesidad de velas y pilas.
Éstas volvieron a dar vida a unos transistores que, emulando a aquella noche del 23-F, regresaron del baúl de los recuerdos para conectar con la información oficial que, a cuentagotas, fue trasladando el Gobierno y el resto de administraciones públicas.
La caída de la noche despejó las calles que a media tarde se asemejaban a una jornada de Feria o de Semana Santa. Se salió a la calle en tropel y se salió a caminar porque casi no había otra cosa mejor que hacer. Cada poco se formaban corros y todos acababan con un deseo común: “esperemos que la luz vuelva pronto”.
Tardó unas horas y con la mayoría en la cama, pero con la sensación de que este insólito lunes 28 de abril de 2025, el día en el que a España se le fundieron los plomos, ha encendido una luz de emergencia que tardará en apagarse. Al menos, hasta que sepamos con exactitud qué ha pasado.
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